Bogotá en 12 horas



Aunque he ido muchas veces a Bogotá, sólo en pocas ocasiones lo he hecho en plan turístico. La última vez me convertí en guía turístico de una polaca y esto fue lo que pasó. 

La cita era a las 4:30 de la mañana en la terminal de transporte de Villavicencio (mi ciudad). La idea era madrugar, llegar temprano a la capital para aprovechar cada minuto del domingo. Era un viaje relámpago, de correr y visitar lo que más se pudiera en el menor tiempo posible. Lo nombré “Bogotá en 12 horas, con un turista como guía”. 

Luego de casi 3 horas en carretera, llegamos a los 2600 metros de altura en que se encuentra ubicada esta metrópolis que tanto me gusta y asusta al mismo tiempo. Aunque quise tomar taxi (porque, lo confieso, no tenía idea de cómo llegar al centro en un transporte diferente) Joanna insistió en que hiciéramos el recorrido en bus. Como el visitante siempre tiene la razón, accedí y le di la tarea de averiguar qué ruta debíamos tomar y en dónde. Ella, feliz porque podría practicar su español, descubrió que el bus que dijera “Germania” era el elegido, consiguió una invitación a la feria de Cali e intercambió número y correo electrónico con la mujer que – muy amablemente – nos indicó donde esperar nuestro transporte. 



¿Qué lugar es típicamente bogotano? -Pensé mientras íbamos camino al centro- ¿Por donde empezar? Al mirar a los cerros llegó la respuesta: Monserrate, sin duda alguna. Sería la primera vez de los dos. Durante años siempre había querido conocerlo pero nunca lo había hecho. Intenté que no se notara la novatada pero el no saber exactamente dónde se compran los tiquetes para el teleférico, y mi cara de emoción a medida que ascendíamos no fueron de gran ayuda. ¿Pero cómo no emocionarse con semejante paisaje? Atravesar los arboles como si se estuviera volando, disfrutar de la naturaleza desde las alturas (con niebla y gotitas de lluvia que le daban al paseo un aspecto cinematográfico) fueron suficientes para confesar con mi rostro boquiabierto que era mi primera vez en Monserrate y que me fascinaba.

Ya en la cima, era hora de comer. La polaca había probado empanadas y arepas así que el turno para la gastronomía local era para el buñuelo. Le gustó y olvidó la dieta. Eso sí, me tocó un poco más de tiempo convencerla para que probara el masato, tenía la idea absurda de que el recipiente del que la servían era una "pecera de amebas"...cosas de europeos, supongo.

El tiempo apremiaba y aún había muchos más lugares por visitar. El siguiente destino: el Museo del Oro. Entrada gratuita (por ser domingo) y ser escogido por TripAdvisor como uno de los mejores 25 museos del mundo, fueron motivos de peso para no dejar de visitarlo. Además, ninguno de los dos había estado ahí antes (advertí - desde iniciar este post - que en Bogotá soy un turista más). 




El museo tiene muy bien merecida su fama. En sus salas se agrupan miles de objetos prehispánicos que, en su conjunto, dan una idea de lo cuidadosa e importante que era la orfebrería para los nativos americanos. Para ser más exacto, son 34.000 piezas de orfebrería y 20.000 de objetos líticos, cerámicos, textiles y piedras preciosas pertenecientes a las culturas Quimbaya, Calima, Tayrona, Sinú, Muisca, Tolima, Tumaco y Malagana, entre otros. Es posible admirar exquisitas piezas en oro como pectorales, máscaras, poporos, colgantes, brazaletes, collares, recipientes y cientos de figuras de notable calidad.


La visita al Museo del Oro me recordó lo avanzadas que eran las culturas precolombinas y lo importante que son en nuestra historia. Sí, los objetos en oro son impresionantes, pero saber un poco más de las tribus que las elaboraron es lo realmente enriquecedor. 

Continuando con el tour por museos, el de Botero es uno imperdible si se visita Bogotá. Gratis todos los días del año, es un espacio cultural que invita a conocer 123 de las obras del pintor y escultor más importante que ha nacido en Colombia, además de 85 obras (donadas por Botero) de artistas internacionales, entre los cuales se destacan figuras de renombre mundial como Salvador Dalí, Pablo Picasso o Henry Moore. 



Botero


No se necesita ser un experto en arte para reconocer el talento excepcional de Botero y la calidad de las obras que hay en el lugar. No por nada la del Museo Botero es una de las cinco colecciones públicas de arte internacional de mayor importancia de Latinoamérica. 

Si se quiere continuar con la visita de museos y aprovechar que el próximo se encuentra prácticamente en el mismo edificio, la Casa de la Moneda es la siguiente parada. Nosotros hicimos un recorrido express (no más de 15 minutos) ¡y al salir nos regalaron una moneda conmemorativa del museo!

Cargados de souvenirs "boterianos" continuamos el recorrido por los edificios emblemáticos de la ciudad (el congreso, la Catedral, la Casa de Nariño) y por las históricas y culturales calles de La Candelaria. Con orgullo le mostré las casa de estilo colonial y republicano que le dan a esta zona de la ciudad un toque especial e inigualable. El Chorro de Quevedo fue el lugar perfecto para descansar del agitado día, con un buen café y uno de los espectaculares postres que se pueden conseguir allí.


(Video disponible en alta definición)
Esta visita relámpago me enseñó dos cosas: 1. A veces ignoramos la ciudad en la que vivimos (a la que estamos a tan solo 90 km), siendo necesaria la visita de un foráneo para descubrir sus atractivos.  Ignoramos lo local sin saber de lo que nos perdemos. 2. A pesar de sus problemas y caos de ciudad grande, Bogotá es un lugar que - tanto para nacional como para extranjero - vale la pena visitar.