París (Parte 2): El día que conocí la Torre Eiffel

Mi segundo día en París no fue tan accidentado como el primero. Eso sí, siguió siendo frio.  Pero este es un detalle pequeño si se tiene en cuenta que conocí de cerca (¡después de tantos años de verla como un objeto irreal y de película!) la Torre Eiffel. Esta es la crónica de una fecha que nunca olvidaré, porque fue cuando entendí por qué esa mole de acero de 301 metros nos hace suspirar. 

¿Cómo subir la torre sin hacer fila? Creo que fue una de las preguntas que más me hice antes de iniciar mi viaje a Francia. De hecho, creo que lo mismo me pregunté con cada uno de los sitios famosos que quería visitar en Europa. Una búsqueda rápida en Google sugería lo obvio: comprar los tiquetes por internet en la página oficial de la Torre Eiffel. El único problema es que estaban agotados para el día en que tenía programada mi visita. 

Alan Estrada (el famosísimo Youtuber mexicano de viajes) recomendó en su video sobre París hacer una reservación en alguno de los restaurantes de la torre. Por momentos me sentí tentado a  tomar su consejo pero dos razones de peso me hicieron cambiar de parecer: el precio y la compañía. ¿Se justifica pagar no sé cuántos euros para comer sólo en la Torre Eiffel? Creo que no, o por los menos eso fue lo que dijo mi lado romántico. "Si algún día he de comer en alguno de sus restaurantes, que sea con una persona que quiera". Me decidí entonces por un tour “entre bastidores" de la Torre Eiffel”. 

El recorrido iniciaba a las 12:30 pero llegué una hora y media antes para disfrutar por mi cuenta de la torre. A medida que me acercaba me sorprendía su altura. Sabía exactamente cuánto medía pero sin haberla visto esa información no era más que fríos números. Había que estar debajo de ella para sentir su grandeza.Había que alzar la mirada hasta que el cuello no diera más, para entender por qué era tan famosa. Creo que fue amor a primera vista porque pasaron muchos minutos hasta que decidí dejar de mirarla y explorar los lugares cercanos. 

¿Desde qué lugar era que se habían tomado las fotos más bonitas que había visto de la Torre Eiffel? ¿Era desde Trocadero o desde el campo de marte? Por si las dudas fui a los dos lugares y sin reparos tomé fotos sin cesar. La torrecita, muy juiciosa, siempre me dio su mejor perfil.


De repente, alguien me la quiso quitar y se atravesó entre los dos. 

- ¿Me puedes tomar una foto? 
- Sí, claro (este acento se me hace familiar) 
- Ay, gracias, muy amable 
- ¿Eres colombiana? 
- ¡Sí!

Así que ahora éramos dos colombianos emocionados de estar por primera vez ante la Torre Eiffel. Dos colombianos que viajaban sólo por París y que por la intensa necesidad de tener contacto humano decidieron servir de camarógrafo el uno para el otro. Dos colombianos que en menos de cinco minutos tomaron alrededor de 25 fotos con la torre y que mientras tanto planearon su día juntos en la ciudad luz. 



La hora de mi tour se acercaba así que hicimos un plan: mientras yo estaba en las alturas, ella estaría en el Sena, recorriéndolo en barco. Luego iríamos a los Campos Elíseos, Notre Dame y Sacre Coeur (no me importaba repetir). Eso de encontrarse a un compatriota en el extranjero era útil después de todo. 

El recorrido por la torre inició al frente de la estatua de Gustave Eiffel y fue mucho más interesante de lo que esperaba. Además de escuchar que fue construida para la feria universal de París de 1889, aprendí que Eiffel, prácticamente, sobornó a las autoridades para que le asignaran la construcción de la estructura. Fuimos al bunker de la torre, que durante años fue utilizado como refugio militar, pero que ahora es la cocina del restaurante Le Jules Verne. Ingresamos a la torre sin hacer fila y vimos cómo funcionan los elevadores que, día a día ascienden a miles de turistas perezosos que no utilizan las escaleras. 



Pero definitivamente el momento más emocionante fue cuando subimos al primer piso de la torre Eiffel. A medida que ascendíamos la ciudad se rendía a nuestros pies. Ganábamos altura y París develaba su belleza. Se abrió el elevador y fue como si hubiera llegado al cielo. Que la guía se callara, podría ser muy bonita pero no se comparaba con la vista de la ciudad. Durante años (desde que tengo uso de razón) había soñado con estar en ese lugar, ahora que por fin lo había logrado no iba a dejar que se pasara tan rápido. Me tomé el tiempo necesario para ver todas las calles parisinas (creo).


París, desde la Torre Eiffel
Posted by De viaje por el mundo on Martes, 5 de mayo de 2015

Entonces quise más: subir hasta la parte más alta. Las horas que me demorara comprando el tiquete y esperando el ascensor, y tener que cancelar los planes de recorrer la ciudad en compañía de mi compatriota, me parecieron un precio justo a pagar por ver París desde el cielo. 

Porque estar en la cima de la Torre Eiffel no dista mucho de ver la ciudad desde las nubes. Aunque el viento y el frío me hicieron temblar durante casi todo el tiempo, estar ahí es uno de los momentos que con más nostalgia recuerdo. Envidié a Eiffel y a su apartamento en la torre. Envidié a los parisinos por tenerla.